La captura de langostas con las tradicionales “nasas” de madera da paso a mejores técnicas, con refugios y trampas que se fabrican con materiales que ayudan a la productividad y a la sostenibilidad de las áreas ricas en crustáceos en el Caribe nicaragüense. Foto FAO
MANAGUA, 13 may 2021 (IPS) – Un proyecto de cooperación Sur-Sur, con participación de México y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), está ayudando a los pescadores de la costa caribeña de Nicaragua a incrementar y hacer más segura la pesca de langosta, vital para su sustento.
Los beneficiarios son pescadores “en la zona más productiva, la costa del Caribe norte, parte del territorio de las comunidades indígenas misquito, sumu-mayagna, rama y ulwam, y de afrodescendientes, como los pueblos creole y garífuna”, indicó Iván León, representante de la FAO en Nicaragua.
Se ha comenzado con la sustitución de las viejas y más dañinas trampas y refugios para langostas, empleadas por los pescadores nicaragüenses, por otras estructuras, diseñadas conforme a técnicas practicadas con éxito desde hace 20 años en la península de Yucatán, en el sureste mexicano.
El proyecto se inscribió en la iniciativa “Mesoamérica sin Hambre”, de cooperación Sur-Sur-, que desarrollan la FAO y el gobierno de México a través de Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Amexcid).
Tradicionalmente, la captura artesanal y comercial de langosta se realiza con “nasas”, estructuras de madera con forma de jaulas que se sumergen y apoyan en el fondo marino durante un período de entre seis y nueve meses.
Su fabricación ejerce presión sobre el bosque natural, pues requiere miles de metros cúbicos de madera cada año, mientras crece la demanda de langosta, pues las exportaciones nicaragüenses de ese rubro aumentaron un tercio entre 2015 y 2019.
Debido a los efectos del cambio climático y el crecimiento de la demanda, las zonas de captura de langosta están cada vez más lejos de la costa, y los accidentes de buceo, especialmente a causa de embolia gaseosa arterial, se han convertido en una de las principales causas de discapacidad en esas regiones costeras.
En el nuevo proyecto participaron pescadores mexicanos de comunidades indígenas, mujeres comerciantes de productos pesqueros, varias empresas, universidades y el Instituto Nicaragüense de Pesca y Acuicultura (Inpesca).
“Trabajaron juntos a fin de analizar, validar y difundir dos tecnologías nuevas y más sostenibles para la captura de langosta: refugios artificiales y trampas plegables”, destacó León.
Los refugios artificiales proporcionan resguardo a las langostas, sobre todo en los lugares con poca disponibilidad de refugios naturales, y crean las condiciones propicias para que la langosta encuentre alimentos y se desarrolle.
Su diseño está basado en la observación de los refugios naturales, los desplazamientos de las langostas y sus hábitos alimentarios.
Las trampas plegables son estructuras con cuadros hechos de varillas de hierro corrugado y forrados con una red de seda alquitranada. Se utilizan para capturar langostas en aguas profundas.
León explicó que “el principio de la trampa plegable se basa en atraer la langosta utilizando el olor del cebo. Su mayor beneficio es que puede emplearse en más de una actividad pesquera anual”, lo que reduce costos de producción y aumenta el margen de utilidad de quienes viven de esa actividad.
Nicaragua tuvo en 2018 una producción pesquera de 66 570 toneladas, según Inpesca, y 4660 toneladas, siete por ciento, correspondió a langosta, rubro que representa seis por ciento del volumen exportado, 2100 toneladas del total de 33 300, pero 14 por ciento de los ingresos, 43 de los 307 millones de dólares obtenidos.
El proyecto auspiciado por la FAO y Amexcid tiende a promover la sostenibilidad de la pesca de langosta, ante la creciente demanda de los mercados locales y extranjeros, encabezados por Taiwán, Estados Unidos, España, Francia y Rusia.
Las nuevas tecnologías de cría y captura del crustáceo reducen los accidentes de pesca ocasionados por el buceo, los desperdicios en los bancos pesqueros, y disminuye la presión sobre la tala de bosques.
León apuntó que un beneficio adicional es la reducción de la “pesca fantasma”, lo que sucede cuando se dejan en el océano artes de pesca perdidas o descartadas (como las desechables trampas de madera), que atrapan peces u otras formas de vida marina y matan indiscriminadamente todo lo que capturan, sin dejar beneficio alguno.
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