Playa del Carmen
Doña Lucía Uc Dzib, una mujer cuya memoria quedará viva en la historia de Playa del Carmen
Por Felipe A. Esparza
Published
2 años agoon
La última de los fundadores de Playa del Carmen entregó su alma al Creador a la edad de 102 años
Playa del Carmen.- La señora Lucía Uc Dzib, la última de los fundadores de Playa del Carmen falleció a la edad de 102 años. Fue velada en su casa de la 6 x 10 Avenida, para ser sepultada en el panteón municipal, aquí en la que fue su tierra.
Doña Lucía, la “chichí” como la conocieron muchos, recibió la despedida de sus descendientes y los nativos de esta tierra que fue campamento de pescadores y de chicleros, de pioneros y familiares.
A lo largo de su vida, principalmente en esta última etapa de Playa del Carmen, al convertirse en municipio y luego destino turístico mundial, le fueron entregados muchos reconocimientos.
Entre ellos se recuerda el del 16 de noviembre de 2020, fecha en que la asociación “Unidos por Playa” y la Diputada Cristina Torres reconocieron el trabajo de los fundadores en el marco del 118 aniversario de Playa del Carmen.
Los integrantes de “Unidos por Playa” y la diputada Cristina Torres estuvieron en la casa de la señora Lucía Uc, María Jesús Quian Uc, Paula Dzib Quian, Bernardino Puc Pat y la familia Catzin Dzul. Emocionadas, las familias intercambiaron opiniones en cada una de las visitas desde la época en la que Playa del Carmen era una ciudad de pescadores hasta el crecimiento que ha registrado y la importancia turística que tiene no solo en México sino a nivel mundial.
En el 2020 fue reconocida con el galardón Diosa Ixmucané 2020 en la Consistencia a la Trayectoria, a cargo de Samaria Angulo Sala y María Alejandra Escobar González.
El 14 de noviembre de 2022 en el marco del 120 Aniversario de Solidaridad, el Arq. José Luis Acosta, presidente de Unidos por Playa A.C y la presidenta municipal de Solidaridad, Lili Campos, le otorgaron un reconocimiento especial por ser la última familia fundadora de Solidaridad.
Voz de Mujer tuvo oportunidad de conversar con ella y de escuchar sus anécdotas que bien vale la pena reproducir, pues refleja la autenticidad humana de una mujer, cúmulo de experiencias, vivencias y testimonios.
No se trata de un tema histórico, no sólo por carecer de fechas, sino porque es un producto de una charla, una plática, una conversación con una óptica personal del suceder de las cosas.
Tampoco se trata de una entrevista periodística, pues reúne las mínimas características para ser considerado como tal. Es sin, embargo, un homenaje a la abuela, al ser querido que honra una de las tradiciones más arraigadas del pueblo maya: la transmisión de tradiciones y costumbre mediante la expresión oral.
Leamos:
Un suspiro que nace desde lo más profundo de sus recuerdos es la dimensión exacta del amor que siente por esta tierra, su tierra. Doña Lucía Uc Dzib hace una pausa, retoma el hilo de sus palabras y exclama: ¡Cómo han cambiado las cosas ¡
Con una edad que no recuerda, pero sus nietos más cercanos calculan en más de 80 años, doña Lucía habla de su Playa del Carmen, de esta tierra suya que vio cambiar en tan pocos años hasta convertirse en lo que es hoy, un destino turístico de clase mundial.
-Había mucha milpa. Se cosechaba plátano, camote, jícama, caña (de azúcar), macal, tomate, chile, más cuando no había chicle. Sólo se compraba azúcar y jabón, dice. Íbamos a la playa a jugar, correr… hoy no puedes ni caminar…te dicen que no puedes pasar que es privado.
Cómodamente sentada en el sitio habitual que ocupa en su casa, doña Lucía hurga en sus recuerdos. “No sé cuántos años tengo”, dice. Estaba yo muy chica cuando murió mi mamá. No la conocí, pero me decían que fue Doña Antonia Dzib. Sólo conocí a mi madrastra. Doña Serapia. Quedé en poder de mi Papá. Saturnino Uc.
-Cuando abrí mis ojos al entendimiento recuerdo que estaba con mi papá en X´caret, en una casa de huano. Mi Papá tenía parientes aquí. “Vamos a pasear a la fiesta de Playa”, recuerdo que dijo.
En ese entonces era delegado Román López, hijo de Juanita López. Una pariente de mi papá me dijo: “Chan Lucía, ya se la mala vida que tienes en X´caret. Vamos a ir con el delegado para que levante un acta. Vamos a ir a Cozumel que es donde se hace justicia”.
Total, que acabé depositada en Cozumel, en una casa extraña y con personas que no conocía. Luego supe que la dueña se llamaba doña Serafina. Ahí estuve creo que dos meses.
Pero como yo no estaba bien, doña Serafina habló con mi primo Luciano Dzib para que me trajera otra vez a Playa. Hablaron con Felipe, el lanchero, y me trajeron otra vez aquí.
Una pausa en las palabras de Doña Lucía nos permite hacer la observación de cómo era la tradición familiar en ese tiempo. La mujer, hija, no tenía más opciones que obedecer. Mucho más si la edad era menor. La voz del padre era la autoridad mayor.
Doña Lucía recuerda que en Playa del Carmen había no más de cinco familias, pero dominaba la de los Quian.
En esa época los habitantes de Playa del Carmen vivían del cultivo de la milpa, de la cosecha de camote, jícama, caña de azúcar, tomates, chiles, y de la temporada chiclera. A decir de Doña Lucía era autosuficientes, solamente traían de Cozumel azúcar y jabón. Para alumbrarse cada familia elaboraba sus propias velas y veladora a base de cera de abeja “que bajábamos de los grandes árboles”.
Eso nos hace suponer que se trataba de la abeja melipona, una abeja silvestre. No había apiarios propiamente, sino que todavía utilizaban el sistema tradicional de los mayas.
Doña Lucía contrajo matrimonio con Gabriel Quian López, con quien compartió su vida en la Playa del Carmen ANTIGUA. Dé cuando aún se hacía la troje para almacenar la cosecha de mazorcas.
De cuando había temporada de pesca, de buena pesca de coronado, pargo, liseta, y muchas especies más cuya producción se llevaba en grandes camiones a Tabasco. Más bien, los compradores tabasqueños venían por ella en sus respectivos transportes.
Doña Lucía destaca que primero fueron milperos, luego pescadores y más tarde ejidatarios. Hoy ya no hay gente campesina, “ni siquiera saben qué es una mata”, se lamenta.
“Todo era muy bonito. Antes trabajabamos para comer. ¡¡¡Había milpas, jabalíes, pavos de monte y… hasta tigres!!!
Dice que la agricultura prácticamente desapareció “cuando se quemó el monte”. Dice que un gran incendio -sin recordar fechas- destruyó gran parte de las milpas. No recuerda cómo se originó este incendio, pero escuchó decir que “vino de Puerto Morelos”. Eso también acabó con gran parte de la chiclería.
Fue cuando los playenses emigraron en gran medida de la agricultura a la pesca.
Si bien esa época parece difícil para nosotros, para los habitantes de Playa del Carmen era prácticamente el paraíso. Todo tenían aquí, en un mundo natural, tan natural como los ciclones y huracanes que pegaban con frecuencia esta zona del Caribe Mexicano.
-De ciclones, uyyy, creo vi cuatro cuando era chamaca…
Nooo, era una cosa terrible. Nadie te avisaba de nada. Sólo Sabíamos que cuando todo quedaba quieto, sin que nada se moviera, es que ya estaba cerca el temporal. Y cuando pega, barre con todo, viene a destruir y …a empezar de nuevo.
Ahora no, sólo viene ciclón y te dan tu despensa. En esa época había que empezar de nuevo. Siempre se sembraba maíz cerca de la playa… pues cuando pasaba el ciclón se llevaba todo…no quedaba nada. Así pasó con Janet, Beulá, Hilda…Había que buscar de comer…
“La abuela”, como ya se le conoce en su círculo familiar, también recuerda que en esa época los egoísmos prácticamente no existían. Los familiares se ayudaban entre sí. Es más, la frase más común que se escuchaba entre los varones era “agarra el pedazo de monte que quieras para trabajar”.
Todavía recuerda sus largas caminatas por la playa, cuando desde Playa del Carmen se trasladaba a Xçaret, pasando por Punta Venado, donde su familia tenía tierras en producción. Sembraban coco y se dedicaban a la pesca. Había años en que cultivaban algodón. “Ahora me pregunto: ¿de dónde sacaban la semilla? Eso era trabajar.
Y cuando dice trabajar, era literalmente trabajar. Ella guisaba sus alimentos con aceite de coco que elaboraba personalmente. Hacía sus velas y veladoras, como ya dijimos, con cera de abeja tradicional.
-En esa época, continúa, había jabalí, pavo de monte, monos, saraguatos, y tigres…
Para el mes de octubre recuerda que los fuertes vientos formaban médanos de arena en la playa. Grandes jorobas desde donde se deslizaban cuando niños. La ventisca llegaba hasta los techos de las casas donde los patios se convertían en arenales.
Pero como dice la “abuela”, son solamente recuerdos. Cuando vino la carretera, dice, fue cuando se le “dio vida” a Playa (la actual carretera federal). Ya las familias habían crecido y habían llegado otras. La llegada de gente que buscaba trasladarse a Cozumel desde Playa del Carmen empezó a hablar de las bellezas naturales, de la rica comida, y empezó el “boom” turístico que transformó totalmente a Playa del Carmen.
Doña Lucía lo dice con franqueza: ahora la gente vive de las personas que vienen, del turismo. Todo lo demás son solamente recuerdos…
La transmisión oral de tradiciones y costumbres, honrada por una mujer nacida en Playa del Carmen y precisamente de esas anécdotas, de aquellas situaciones de vida, Doña Lucía cuenta un pasaje que todos los nietos saben, es la historia del tigre.
Cuenta doña Lucía.
Todo era monte. Vivíamos en una palapa, que era lo de esa época. Teníamos cochinitos, gallinas y animales domésticos. Hubo una época que escuchábamos un desorden por las noches.
Él (su marido) y yo dormíamos en hamacas pegadas. Siempre acostumbraba a colgar su “butbitzon” (carabina escopeta) en el horcón de la casa. Había un par de ojos fosforescentes. Sin hacer ruido me pidió la escopeta. Estiré la mano, lo agarré y se lo dí. Sólo escuché un disparo y luego obscuridad en la noche…Por la mañana estaba ahí, tirado en el suelo el tigre muerto…
A la abuela le gusta contar esta historia. A los nietos, escucharla. Pero realmente nos da una idea bien clara del origen de Playa Del Carmen, un campamento chiclero, primero una villa de pescadores, luego una ciudad de paso y hoy una ciudad cosmopolita que lucha por conservar tradiciones y costumbres en medio de un crecimiento y desarrollo avasallador de la llamada modernidad.
Doña Lucía procreó 11 hijos Eloy (+), Martha (+), Berta, Gabriel, Chepa, María Jesús, Lucía, Juan, Fátima, Nery y Martina.
Desde hace más de 50 años venera a la Virgen de Fátima. Actualmente tiene su casa un nicho con la imagen de esta Virgen. Se hizo creyente un 13 de mayo, cuando le pidió la gracia de devolver la salud a uno de sus hijos.
Hasta hoy doña Lucía prende, todos los días, una veladora en agradecimiento al favor recibido.
Tal es el cariño que le tuvo a su tierra, a su gente, a sus hijos, y a sus creencias. Doña Lucía es, sin duda, una herencia de temple, tenacidad, lucha, perseverancia, y humildad, característica propia de nuestro pueblo maya.
Ella es, sin duda alguna, parte de nuestra cultura viva.